El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las ra¡ces del corazón. [...]. // Su rostro cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y de tierra.Sus ojos quemantes, ardiendo dentro de esa superficie quemada y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura.Los elementos mismos de la poes¡a los vi salir de sus palabras, pero alterados ahora por una nueva magnitud, por un resplandor salvaje, por el milagro de la sangre vieja transformada en un hijo.En mis a?os de poeta, y de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabidur¡a verbal.Pablo NerudaNo es la «fuerza» lo que yo quiero se?alar en Miguel Hernández. La fuerza seguida cansa, como cansa la continua flaqueza. No es el ¡mpetu del toro, ni de la honda, es la belleza fatal que va en la fuerza como podr¡a ir en la «menos fuerza». Que la poes¡a, el arte, no necesita más que una fuerza suficiente.Juan Ramón Jiménez